Autor:
Rev. Daniel G. Caram
Introducción
La vida de Abraham ilustra el verdadero modelo para heredar las promesas de Dios. Él es un prototipo (modelo) para los hijos de la fe. Su caminata nos mostrará cómo, también nosotros, podemos heredar las promesas y las bendiciones. Se dice de Abraham: “Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa” (He. 6:15). ¿Cuántas promesas dejamos sin reclamar, debido al error de no permitir que la palabra de la promesa nos pruebe?
En lo físico, Israel puede reclamar ser los herederos del padre Abraham, pero en lo espiritual, sus vidas no llegaron a estar a la altura de la vida del fiel Abraham. Israel tuvo muy poco fruto espiritual, y Heredando las Promesas sus vidas tuvieron poca similitud con la de Abraham. Fue por esto que Juan el Bautista dijo: “Dios puede levantar descendencia a Abraham aun de estas piedras” (Mt. 3:9). Abraham es el padre espiritual de aquellos que siguen sus pasos.
La promesa a Abraham tenía que ver con su descendencia: somos su simiente si caminamos en las pisadas de la fe de Abraham. Esto es lo que se llama “la justicia de la fe”. Abraham no solamente creyó, sino que también practicó lo que Dios dijo. Él activó su fe por medio de la obediencia. La vida de Abraham nos ayuda (a la Iglesia) a poner la vida en la perspectiva correcta. Abraham pudo vislumbrar algo eterno, y esa visión consumió toda su vida. Se dice de Abraham: “Porque esperaba
la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10).
La ciudad que Abraham pudo ver desde lejos, no era terrenal; era una ciudad celestial, y abarcaba a toda su simiente espiritual. Él sabía que el verdadero Reino era el celestial, aun cuando muchas de las promesas tenían relación con el ámbito físico, (las promesas físicas van a llegar a ser una realidad en el Milenio). Pero en cuanto a su estadía sobre la tierra, él estaba destinado a ser un extraño y un peregrino; sentando un precedente para la simiente espiritual que estaba por venir, (ver He. 11:13 y 1 P. 2:11).
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