Autor:
Dr. Brian J. Bailey
Introducción
Hace varios años, comencé a buscar al Señor con nueva hambre y sed de Su santidad. En mi búsqueda, hice lo mismo que muchos de mis compatriotas ingleses: me volví hacia los libros de hombres y mujeres piadosos de la historia de la Iglesia. Hasta le pedí al Señor que me indicara cuáles obras debía leer de las escritas por William Law, John Wesley, John Fletcher, Michael Molinos, Fenelon, y Madame Guyon. Estos maravillosos santos realmente habían participado de la vida que yo anhelaba, pero sus obras no me aportaron lo que yo buscaba: la verdadera santidad. De la manera más tierna, el Señor me habló con estas palabras: “No esperes encontrar en estos libros tus respuestas, porque ellas se encuentran en Mi Palabra”. Entonces, me dirigió a la epístola a los Colosenses y, en particular, al capítulo 3:1-17.
Al sumergirme en las enseñanzas del apóstol Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, comencé a entrar en esa vida de paz y santidad que tanto había deseado. Este libro es presentado a usted con la esperanza de que a través de la exposición de estas verdades, usted también pueda encontrar el anhelo de su alma: la unión y comunión con el Señor, el único que es santo.
En esta epístola observamos diversos campos por los que a menudo se extravían personas sinceras que procuran llevar una vida santa. Los santos de Colosas buscaban la santidad a través de medios externos, como: 1) La tradición y los lavamientos ceremoniales. 2) La rígida abstinencia: “no tocar, no probar, no manejar”. 3) El culto a los ángeles. 4) La filosofía. Dejaron de poner los ojos en Cristo, el único que tiene las respuestas para todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad.
En vista de lo anterior, con oración estudiemos los errores de la iglesia colosense, a fin de limpiarnos de toda forma de falsa humildad y legalismo, y empapémonos en las verdades correctivas. Así podremos perfeccionar la santidad en el temor del Señor. Entonces nuestros pies estarán afianzados firmemente en los caminos de la santidad y seremos guardados de descarriarnos de las sendas del Señor.
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