Autor:
Dr. Brian J. Bailey
Introducción
Cuando pienso en mi propósito al escribir este comentario del Evangelio de Lucas, descubro que sólo puedo repetir los mismos motivos que nos dio el autor en su introducción. Él se propuso contar “la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas”. Cuando el autor del Evangelio declaró que había “investigado con diligencia todas las cosas desde su origen” (Lc. 1:3), me apresuro a añadir que yo nunca haría tal afirmación, sino que lo único que pretendo hacer es agregar otra perspectiva.
Este maravilloso tercer Evangelio fue escrito por Lucas, un hombre al cual Pablo calificó cariñosamente de “médico amado” en Colosenses 4:14. Por ser Lucas un médico lleno del Espíritu y un apóstol de Dios, su Evangelio describe la naturaleza humana de Dios más que cualquiera de los otros autores del Nuevo Testamento.
Lucas es un cronista por excelencia. Tanto en este Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, registra acontecimientos en forma minuciosa. Hasta donde sabemos, Lucas nunca vio ni conoció a Jesús mientras estuvo en la tierra. Por lo tanto, Lucas seguramente obtuvo el material necesario para sus escritos de los relatos de testigos oculares como Pedro, Jacobo, Juan y Marcos, así como de otros cristianos que habían escrito acerca de aquellos sorprendentes días de Cristo sobre la tierra. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Lucas preparó este bendito registro de lo que el pueblo de Dios de la época del Nuevo Testamento realmente creía.