Autor:

Dr. Brian J. Bailey

Introducción

Al meditar en estas tres breves epístolas de Juan podemos vislumbrar lo que era la vida dentro de la iglesia primitiva. No todo era armonía. Había falsas doctrinas que necesitaban ser denunciadas, que podrían haber destruido la fe pura de los creyentes. De modo que el apóstol Juan debía revelar el error de esas doctrinas y reafirmar el verdadero evangelio de Jesucristo.  Ciertos ancianos (o pastores) se habían apartado de la senda del amor y debían ser disciplinados para que todos temieran. Además, era evidente que algunos temas solo podían ser tratados por el apóstol Juan, ya que otros no tenían el poder o la autoridad necesarios para abordarlos. Estas cartas nos permiten conocer la existencia de ciertos problemas que no solo son de aquel tiempo, sino que de una u otra manera existieron a lo largo de toda historia de la Iglesia, y aún existen en la actualidad. Indudablemente, se incrementarán en estos últimos tiempos, a medida que el pecado aumenta y espesas tinieblas cubren la tierra.  Sin embargo, cuando los problemas entran en nuestras congregaciones, debemos cobrar ánimo y recordar lo que nos dice 1 Corintios 10:13: “No os  ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. Ciertamente no hay nada nuevo bajo el sol. En la Iglesia primitiva hubo problemas, y con toda seguridad también los habrá en la Iglesia de los últimos tiempos. Enfrentémoslos con valentía, corrigiendo lo que se necesita corregir y reafirmando lo que está bien. Si somos llamados a ser ministros, enseñemos la verdad en amor, siendo buenos pastores a las órdenes del Buen Pastor, y protegiendo el rebaño. ¡Que el Señor nos dé gracia para ser fieles hasta el fin, como lo fue Juan!

Las Epístolas de Juan

Escuchar

Descargar