Autor:

Dr. Brian J. Bailey

Introducción

El profeta Ezequiel vivió durante el periodo conocido como la Cautividad Babilónica entre los años 605 y 536 a.C. Hubo otros dos profetas mayores que también ministraron en esa época: Jeremías y Daniel. Daniel fue consejero de príncipes y gobernaba los movimientos del imperio; por tanto era más un vidente. Vivió en Babilonia y dirigió los asuntos del imperio durante el reinado de Nabucodonosor y después, durante la era persa, bajo Darío el Medo. Se le dio un entendimiento extraordinario de los eventos políticos hasta el fin de la dispensación de la Iglesia y el reinado milenario de Cristo. Jeremías, sin embargo, era el profeta que lloraba y que vivió en Jerusalén, y que pasó mucho tiempo en la cárcel antes de la caída de Jerusalén ante
Babilonia en el año 586 a.C.

Ezequiel fue comisionado para hablarle a una casa rebelde, ya fuera que le escucharan o no. Se le ordenó que se comiera el rollo (o libro) para, en esencia, convertirse en el mensaje. Ezequiel fue llamado a ser un vigía para la casa de Israel y, como tal, debía advertir a los pecadores que se volvieran de su iniquidad y a los justos que permanecieran firmes en la justicia y no cometieran pecado. Sería como un vigía llamado a advertir a los profetas que no estaban permaneciendo en la brecha, sino que estaban seduciendo al pueblo de Dios con adivinaciones vanas.

Ezequiel tenía el sentimiento de santidad del sacerdote, el sentimiento acerca del mensaje que se le había confiado del profeta, y el sentimiento de responsabilidad por el pueblo del pastor. Ezequiel tuvo una revelación personal de la santidad de Dios a través de las visiones del “carro del trono de Dios”, “el hombre”, “el trono de Dios”, “el firmamento de cristal” y “los cuatro seres vivientes”. Sus profecías son también indicativas, como las de Jeremías y Daniel, de los acontecimientos que tienen lugar en los últimos días e incluso más allá, en el milenio. Hay algo significativo en el lugar de sus visiones, que inicialmente es el río Quebar, porque Quebar significa “un largo tiempo” y el cumplimiento de muchas de sus profecías estaba, definitivamente, muy
lejano en el tiempo.

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