Autor:
Dr. Brian J. Bailey
Introducción
Vemos que la manera de recibir las bendiciones y la gloria de Salomón, es identificándonos con la vida de David. El reinado de Salomón se basó en la vida de David. Es por la vida de David que Salomón pudo poseer todo lo que tuvo. Las claves para apropiarnos de lo que Dios nos ha deparado, se basan en la vida de David, en que se forje en nosotros su carácter. Que Dios nos ayude a aprender Sus caminos, para que recibamos todo lo que nos ha deparado y lleguemos a ser Su luz.
¿CUÁLES SON LAS CLAVES?
1. Ser un hombre o mujer conforme al corazón de Dios. De corazón sincero, recto, contrito y dócil al Espíritu Santo. Seamos personas que con prontitud piden perdón y se arrepienten cuando Dios toca sus vidas. Como David, tengamos un corazón de carne (Hch.13:22).
2. Ser un hombre o mujer de visión. Que veamos más allá del velo de este periodo de la historia de la Iglesia, a la gloria y manifestación del Espíritu y el poder que está por venir.
El propósito de Dios es multiplicarnos. ¿Cómo puede haber multiplicación si no nos damos de lleno a los demás? La idea de tener un pastor no es que las ovejas acudan a él, sino que él salga a buscar a las perdidas. Estando nosotros en el umbral de un nuevo ministerio, que es una nueva acometida evangelizadora, Dios está diciendo: “Quiero que mediten en el corazón de David para que Yo pueda crear en ustedes ese mismo corazón”. David, el hombre conforme al corazón de Dios, es quien ha puesto a los demás en situación de obtener las bendiciones.
Animémonos, porque David es la clave para poseer las bendiciones, la gloria y la sabiduría de todo lo que Dios tiene. A medida que se desarrolle en nosotros el corazón de David, poseeremos todo lo que Dios nos ha deparado. El reino de Salomón es la visión, la vida de David es el camino a la realidad. Debemos clamar: “Oh, Dios, dame un corazón como el de David”. Descubriremos entonces que se forja en nosotros un corazón de pastor y que nos convertimos en la mano extendida del Príncipe de los Pastores. Veremos el avivamiento en una nueva ola de personas que ingresan a la Iglesia, las cuales serán bendecidas, limpiadas, y enaltecidas, para convertirse ellas mismas en evangelistas que salen a ganar otras vidas. ¡El reino de Salomón es la visión, la vida de David es el camino a la realidad!