Autor:
Rev. Daniel G.Caram
Introducción
El Antiguo Pacto (dado en el monte Sinaí) tenía muchos factores debilitantes en él, y únicamente duró un tiempo, ¡tuvo un final! Las promesas del Nuevo Pacto son eternas, “el pacto eterno” (He.13:20). Son eternas porque están selladas con la sangre de la Divinidad. La promesa del Nuevo Pacto es una redención total: una salvación perpetua. Debido a que nuestro primer padre pecó, el hombre perdió su lugar en Dios y perdió su herencia. Sin embargo, a través de la obra redentora del “Segundo
Adán” (Cristo), el hombre puede, de hecho, entrar a un mejor lugar en Dios ¡y a un paraíso mejor que el que perdió!
El Nuevo Pacto no solamente provee el poder para perfeccionar al que busca, sino también promete darle una herencia eterna. ¡Permitámosle al Espíritu de Dios mostrarnos la grandeza de lo que nuestro Salvador ha forjado para nosotros a través de Su propia sangre!
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